Laura Rudman
es inminentemente social. Necesita, como el aire, una comunicación existencial
constante. Y sale al encuentro. En el patio de la infancia. En el bar que mira
a la calle y es un retazo de calle. Y desde la altura. Para encontrar al otro
mundo en su comunidad y, entre ellos, encontrarse.
De allí surge
esta muestra, Historias de amor. En las mesitas de los bares no figuran los
conterturlios. Le basta con las tacitas de café. El sitio es una ventana de
doble encuentro. Los tonos cálidos y la intimidad son el mejor pie para la tensión,
el fervor y el placer de conocerse, de verse en el otro, de asentir, discutir,
disentir, intercambiar ideas.
Con personal
estilo, técnica impecable y notable dominio de la perspectiva, la artista nos
ofrece un abanico de sentimientos, donde predominan la alegría y el optimismo,
cruzado por ráfagas de nostalgia y una pizca de misterio.
Andrés Cáceres
Crítico de arte
Agosto de 2014
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